Con una superficie de 236 hectáreas en plena Patagonia, el predio lleva décadas soñando con volver a ser bosque, por lo que su propuesta busca reemplazar antiguas prácticas de degradación ganadera y tala por nuevas iniciativas regenerativas, renovables e innovadoras.

Su ubicación lo convierte en un lugar clave a restaurar, ya que protege el Río Figueroa y se encuentra en la cuenca del Río Palena, una de las cuatro hoyas hidrográficas más importantes de la región de Aysén. En su trayecto por quebradas y valles se observa el Bosque Siempreverde patagónico destacando, dentro de sus atractivos, el cerro Barros Arana y el volcán Melimoyu. Levantar un bosque nativo significaría la protección de ambos ríos, y potenciar la regulación del ciclo hídrico.

También, el proyecto tiene la misión de que la fauna nativa propia de esta zona vuelva a habitarla, por lo que se encuentran retirando los cientos de metros lineales que cercos para restaurar el paisaje, mantener la libre circulación de fauna y evitar la fragmentación del territorio. Sin embargo, para que especies como el puma, el cóndor, el águila, la cachaña, el zorro colorado y el pudú regresen a su hábitat, se necesita -como acción fundamental- que su formación vegetal sea lo suficientemente frondosa para poder brindarles un hogar.