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La importancia del suelo y las razones de su degradación

Para comenzar, ¿cómo se define el suelo?

Si bien el suelo puede ser definido como “la porción más superficial de la corteza terrestre”, dicha definición no hace justicia a la enorme complejidad, funcionalidad y servicios que presta para el desarrollo de la vida y los diferentes ambientes del planeta. El suelo se encuentra compuesto por una intrincada combinación de sólidos -como rocas y minerales, líquidos- como el agua-, materia orgánica -como seres vivos, microorganismos y material en descomposición-, y gases -como el oxígeno y el CO2 -, los cuales están en constante movimiento e interacción.

Cada uno de estos elementos es inseparable de la composición propia del suelo. Sus características, variación y composición harán que existan un sinnúmero de “tipos de suelo”, enormemente diferentes los unos de otros. Se encontrarán, dependiendo de la disciplina, varias categorizaciones del suelo, enfocados en sus minerales, materia orgánica o incluso sus características más visibles. Actualmente, predominan aquellas que descansan en sus características y compuestos fisicoquímicos, predominando la macro-categoría de suelos “arenosos, calizos, humíferos, arcillosos, pedregosos o mixtos”.

Sin embargo, esta no es la única categorización posible. Al igual que un cuerpo de agua tiene cientos de millones de organismos, desde peces, corales a zooplancton, un cuerpo de suelo es un sistema integrado en el cual se desarrollan y reproducen millones de formas de vida, la mayoría invisibles para nuestros ojos. Una pequeña porción de tierra puede encerrar un millón de bacterias, además de cientos de miles de células de levaduras y pequeños hongos. Una hectárea de tierra fértil puede contener más de 300 millones de pequeños invertebrados, tales como insectos, arañas, lombrices y otros diminutos animales.

Un suelo es saludable cuando:

  • Su consistencia y profundidad permiten un buen desarrollo y la fijación de raíces de las especies vegetales del lugar.
  • Contiene y aporta los nutrientes que la vegetación del lugar necesita para su adecuado desarrollo.
  • Es capaz de captar y retener el agua, conservándola para que las plantas la utilicen de acuerdo con sus requerimientos hídricos propios.
  • Está suficientemente aireado, evitando índices de saturación, y no contiene sustancias tóxicas.

Un suelo saludable no es necesariamente un suelo de alta cantidad de materia orgánica y con altos índices de humedad. Un suelo saludable podrá ser también un suelo mayormente arenoso, con buena disponibilidad de nutrientes y captación de la –poca- pluviometría del lugar. También lo será uno mayormente rocoso ubicado en cumbres alpinas. Lo relevante no es la alta cantidad de nutrientes para producir una “frondosidad” del material vegetal, sino la biodiversidad propia del ecosistema y su íntima relación con el lugar. 

Degradación y erosión del suelo

El proceso de degradación de un suelo es la pérdida o remoción de uno o más elementos físicos o químicos, con la consecuente pérdida de una o más cualidades y/o servicios. Esta pérdida puede ser resultado de acciones de origen humano (antrópico) o de procesos ambientales naturales, como la erosión por radiación solar, por viento o la escorrentía del agua. Algunas veces la degradación nace de una combinación de varios factores naturales. Por ejemplo, el suelo de una extensión de bosque que ha sido mecánicamente talado quedará desnudo, sin cobertura vegetal. Por ende, los factores naturales como la radiación solar, el viento e incluso el agua, impactarán directamente y sin resguardo alguno a dicho suelo, erosionándolo de forma directa y muchas veces agresiva.

En otras circunstancias, ocurrirá una erosión física, producida por la remoción mecánica del horizonte 0 (ej. primeros 30 centímetros), situación común cuando se desarrolla un proyecto urbano que involucra la construcción o pavimentación de ciertos lugares.

La actividad agrícola que se desarrolla en base a monocultivos, produce una pérdida de componentes químicos en el suelo, ya que origina la pérdida progresiva de biodiversidad y disminución de la microbiología, con altos índices de intoxicación por fertilizantes sintéticos y/o derramamiento o contaminación con sustancias ajenas al medio.

Los efectos de la degradación y erosión del suelo van más allá de la pérdida de tierras fértiles, pues conlleva un fuerte efecto en cadena sobre todo el ecosistema. Un suelo degradado pierde habitual y progresivamente su porosidad natural, resultando suelos compactados y quebradizos. Esto conlleva a su vez la pérdida de su capacidad de retener e infiltrar agua. Lo que implica suelos secos o áridos, en los cuales el material vegetal difícilmente podrá sobrevivir. Los horizontes superiores de los suelos degradados carecen de anclaje, por lo que son fácilmente desplazados por lluvias, ríos u otros, empobreciéndolos de toda forma de vida.

Hoy en día, el 33% de la Tierra se encuentra de moderada a altamente degradada debido a la erosión, salinización, compactación, acidificación y la contaminación química de los suelos. De acuerdo a la Novena Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), el “68% de la superficie de América del Sur tiene problemas vinculados a la degradación del suelo, lo que impacta gravemente en la productividad de una de las principales regiones agro-exportadoras del mundo”.

Principales amenazas para el suelo

De acuerdo con el informe “Estado Mundial del Recurso Suelo” emitido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), y el reporte del Centro Universitario Internacional de Barcelona17 (2020), entre otros, algunas de las principales amenazas a la calidad y salud del suelo son:

  • Deforestación extendida y desregulada: la actividad comercial busca convertir grandes superficies de suelo, como bosques, lechos de río, valles o laderas en espacios disponibles para proyectos agrícolas, ganaderos, mineros o urbanos. Habitualmente podemos leer casos en los cuales grandes extensiones de ecosistemas complejos, como el Amazonas, son deforestados y reemplazados con monocultivos como el café, el algodón, el aceite de palma, la soja y el trigo. Estos suelos habitualmente son intervenidos manualmente para deforestarlos y/o químicamente para inhibir el desarrollo de las especies existentes. Por ejemplo, solo en 2019, la pérdida de cobertura forestal en el Amazonas llegó a 2,4 millones de hectáreas.
  • El desequilibrio en la concentración de nutrientes: el desequilibrio de las concentraciones de nutrientes es producido por el agotamiento o aporte excesivo de químicos y/o fertilizantes sintéticos y/o nutrientes. Un suelo con exceso de nitrógeno, calcio, magnesio u otro elemento químico, puede ser altamente tóxico para un gran número de especies vegetales, insectos o microorganismos. El exceso de ciertos compuestos químicos adicionalmente contribuye, entre otros, al deterioro de la calidad del agua captada e infiltrada a las cuencas subterráneas.
  • La compactación y sellamiento del suelo: la compactación resulta de la aplicación de presión a la superficie del suelo en distintas escalas. Desde aquella que ocurre por maquinaria de gran tamaño, hasta la presión periódica del caminar de personas por un lugar determinado. Esto conlleva a que el oxígeno y otros gases que existen en los poros se desplaza progresivamente saliendo del suelo. La pérdida de oxígeno y otros gases fundamentales vuelve al suelo impenetrable, un lugar inhóspito para el desarrollo de raíces y la vida de microorganismos. El sellamiento de suelos es la aplicación de material artificial impermeable, como asfalto o cemento, en áreas urbanas y aquellas afectadas por la expansión de infraestructuras de transporte (calles, carreteras o vías férreas). Los suelos sellados pierden su capacidad de captar e infiltrar agua, de realizar un intercambio gaseoso con la atmósfera, de poder ser colonizados por raíces o material vegetal. En suelos sellados, el agua simplemente escurre hasta que sea captada por una red de alcantarillado, perdiéndose su total capacidad de infiltrar y percolar nutrientes hacia las napas y cuencas hidrográficas subterráneas.
  • La erosión del suelo: La erosión conlleva la pérdida de las partículas de suelo desde su superficie sea por acción del agua, viento o antrópicas. Si bien la erosión es un proceso natural, del cual incluso es necesaria para la fragmentación de piedras y minerales, es el incremento exponencial de la tasa de erosión resultado de la actividad humana, la que impide lograr alcanzar los índices de regeneración de la biodiversidad en el suelo.
  • La contaminación química: la contaminación por adición de productos químicos o materiales al suelo, producen zonas de sacrificio ambiental, como los tranques de relave de la industria minera. De acuerdo con el informe “Planeta Vivo” de la WWF (2016), la contaminación del suelo es una de las principales causas que podrían desencadenar una sexta extinción masiva de la historia. Actualmente, la población terrestre de vertebrados ya se redujo un 38 % entre 1970 y 2012.
  • La saturación hídrica: la saturación del suelo por exceso de agua produce el desplazamiento o hace insuficiente el oxígeno en los espacios porosos del suelo, impidiendo las raíces de las plantas y millones de microorganismos puedan respirar adecuadamente. Esto puede ocurrir como resultado de las inundaciones provocadas por la creación de represas o centrales hidroeléctricas de generación de energía, o por desvíos o alteraciones a los cauces naturales de ríos y lagos.

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Soledad Corti Otaegui

Soledad Corti Otaegui de Chile ha plantado 1 árbol en la Patagonia.