Descubriendo el Calafate: un ícono de la Patagonia

Foto: Viveros Valparaíso

 

En este artículo, conoceremos el fascinante mundo del calafate, Berberis microphylla, un arbusto perenne que, además de embellecer los paisajes de la Patagonia, también ocupa un lugar especial en la cultura de esta región. Acompáñanos a explorar la historia, usos y significados de este símbolo patagónico que encanta a locales y visitantes por igual.

Una pequeña introducción

Originario de la imponente y vasta Patagonia, el calafate, también conocido como michay, mechay o Berberis microphylla, es un arbusto espinoso que florece en las tierras del sur de Chile y Argentina. Perteneciente a la familia Berberidaceae, este arbusto perenne no solo adorna los paisajes con su presencia, sino que también se ha ganado un lugar como planta ornamental en muchos jardines.

Conocido por sus frutos comestibles, el calafate se ha convertido en un símbolo distintivo de la Patagonia, resaltando en ciudades emblemáticas como El Calafate y Ushuaia en Argentina, así como en Punta Arenas, Chile. Estos frutos no solo son un deleite para el paladar, sino que también forman parte integral de la cultura y la tradición local.

El uso de sus frutos

El Calafate es apreciado en la gastronomía patagónica por su versatilidad. Los frutos frescos se disfrutan por su sabor dulce y ligeramente ácido, perfectos para consumir directamente después de ser recolectados. Son comúnmente utilizados en la preparación de mermeladas y jaleas, destacando su equilibrio entre dulzura y acidez, ideales para acompañar panes y quesos. Además, en la región es popular el uso de estos frutos en la elaboración de licores, apreciados por su color intenso y sabor único, y en repostería, donde se incorporan en tartas, pasteles y helados, aportando un toque especial a cada creación.

También, «en la antigüedad se preparaba una chicha a partir de la fermentación de las bayas. Sus espinas fueron usadas para sacar verrugas, su corteza para teñir de amarillo y su madera para leña y la realización de pequeñas herramientas. Antaño, los selknam lo utilizaron para fabricar arcos y los aonikenk usaron la raspadura amarilla bajo la corteza del calafate como tabaco para entrar en trance».

Foto: Chilean Garden

Propiedades medicinales

Desde el Ministerio de Medioambiete explican que es antibacterial y contra ciertos cánceres. Posee «berberina», universalmente presente en los rizomas del género Berberis con marcado efecto antibacterial y poderoso efecto antioxidante, 10 veces mayor al arándano. Se lo usa oralmente en tratar varias infecciones entéricas, especialmente disentería bacteriana. La berberina muestra actividad antitumoral.

Una historia de amor

En el libro «Me lo contó un pajarito» de Gabriela Simonetti-Grez & Gregor Stipicic Escauriaza, cuentan que el Calafate ha sido fuente de inspiración de leyendas, dichos y canciones. Una de las leyendas del calafate cuenta que, hace muchos años un jefe aonikenk tenía una hija llamada Calafate. La joven se enamoró de un selknam, tribu con la cual se encontraban en conflicto, por lo que su amor no fue aceptado por sus familias. Los enamorados debían verse a escondidas para sostener su relación, hasta que un día decidieron fugarse. Pero la pareja fue descubierta y denunciada. El padre de la joven llamó al chamán de la tribu y le ordenó separarlos con un hechizo. Así, el chamán convirtió a la joven en un arbusto lleno de espinas para que el joven no pudiera tocarla.

Sin embargo, el hechicero decidió conservar con flores amarillas el fulgor de los ojos de Calafate y en sus frutos color púrpura la esencia del corazón de la bella aonikenk. Algunos dicen que su amor era tan fuerte que el joven nunca se separó de esta planta y murió a su lado. Otros cuentan que el enamorado la buscó por todo Magallanes, pero que nunca la encontró, por lo que murió de pena. Es por esta leyenda que se cree que todos aquellos que comen el fruto del calafate caen bajo su hechizo –igual que el joven selknam– y están destinados a permanecer o regresar a Magallanes, pues quedan embrujados por su encanto. Dicen también que si la persona que come el fruto es extranjera y anda sola, se casará y se quedará en Patagonia para siempre.

“El que come Calafate ha de volver”

La historia de amor que cuenta la leyenda del calafate es la base del popular dicho regional “el que come calafate ha de volver”, ya que significaría que quien prueba este fruto se enamora del lugar donde lo probó y no querrá separarse de él. Tan importante para la identidad regional es este dicho que es cantado en el himno a la ciudad de Punta Arenas, compuesto por José Bohr a comienzos del siglo XX.

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Soledad Corti Otaegui

Soledad Corti Otaegui de Chile ha plantado 1 árbol en la Patagonia.